Una
de sus pálidas mejillas rozaba el frío suelo, un sabor a óxido en la boca, a
hierro; una sensación de asfixia en su cuello, como si una anaconda de
tres metros rodeara su pescuezo. Un dolor intenso en la nuca. El susurro de su
corazón forzado, exhausto. La visión borrosa, pupilas ansiando la luz del sol.
Tos sangrienta.
Ruido,
mucho ruido a su alrededor, de claxones, gritos, llantos, sollozos y pánico.
Gente rodeándole por completo. Inmovilidad completa de todos los músculos de su
cuerpo. El asfalto bañado en sangre.
Un frenazo...un simple frenazo fue lo último que Jack escuchó antes de aquello.